No había mentido cuando decía que
le daba vergüenza ir a su casa para conocerlo. Le parecía exagerado, pero
aparte le daba mucha vergüenza. No se sentía segura de si misma, ¿qué iba a
hacer si a él no le gustaba nada de ella y estaba en su casa? Estaba claro que en su casa era más complicado,
y no gustarle a alguien siempre era una posibilidad. Era lo que acostumbraba.
Si le hubiera gustado a alguien de verdad ahora no estaría sola, pensaba muy a menudo.
En su razonamiento ella era siempre el factor que fallaba. Sabía que todo tenía
que ver con todo, que esas ideas se habían instalado en su cabeza por todo lo que le había salido mal antes.
Porque aunque algunas ideas y sucesos se hacían lejanos, nunca se iban de ahí. No conocía nada de esa tal resiliencia.
Por eso, entre otras cosas, no
quería ir a su casa. La ponía sumamente nerviosa que de diez palabras de las que
decía, al menos una hiciera referencia a que era linda, si no las diez. Ni
siquiera la conocía, eso le respondía siempre, pero él igual decía que salía
linda en las fotos y que seguro iba a ser linda. Todo era demasiado ridículo.
Tenía que salir corriendo de ese cuento, encontrar que era lo que la tenía
atada y siempre atenta a semejante pavada, y salirse enseguida.
Bueno, era obvio que eso de
salirse no iba a pasar realmente, pero nunca pensó que iba a darse vuelta todo
tan rápido. Poco después del mediodía del viernes ya tenía un reemplazo para el
plan original, que había dado por suspendido después de la discusión de la
noche anterior, iba a ver a una amiga con la que hacía tiempo no se juntaba.
Justo a media hora de haber confirmado ese encuentro apareció él, como acostumbraba. – Me
estaba por ir a dormir la siesta pero quería ver si todavía querés que nos
veamos hoy. – Igual que siempre, se iba a dormir. Ella le explicó que tenía
nuevos planes, pero que igual podían encontrar un rato para verse. No tenía ganas de seguir peleando por lo de la noche anterior, ya ni se acordaba qué había pasado. Él estaba
por tirarse atrás una vez más porque se le daba mucho más fácil ser rechazado
que armar planes sobre la hora. Pero justo a tiempo ella le dijo que arreglaran
algo, que el otro plan podía esperar y que sí quería verlo.
Él solía decirle que nunca la
entendía, pero ella estaba siendo muy clara, al menos esta vez. Hasta le
preguntaba a qué hora y cómo tenía que llegar a su casa, más clara y concreta
no podía ser. En un rapto de humanidad, él le dijo que primero la iba a llevar
a cenar. No quería que fuera a su casa así de la nada, sin conocerse. A ella le
pareció lindo y terminó de olvidarse de todo lo que la había hecho enojarse en esa semana.
Parecía asomarse el principio del
fin de la relación cibernética complicada y sin sentido. Cuando se olía que todo
estaba destinado a fracasar, finalmente iban a
verse las caras.
Estaba todavía en el colectivo cuando
dieron las 9 pm y le llegó un mensaje de texto. - Ya llegué, me vas a hacer esperar acá con
el calor que hace? - siempre tan simpático él. Respondió enseguida, - yo
estoy a pocas cuadras con el colectivo, estoy nerviosa y posta tengo mucha vergüenza, espero que me comprendas si me pongo colorada cuando te vea-. Estaba a segundos de conocerlo, esta vez era de verdad.