viernes, 4 de mayo de 2012

Almas dentro de tazas.

Escribir porque hace mucho que no escribo, aunque sepa que lo que tengo para decir es lo de siempre. Es que si lo de siempre no deja de ser lo de siempre, y no puedo escribir sobre otra cosa sino eso, voy a escribir de todas formas porque en muy pocos días varias personas me dijeron que tengo que ser escritora y a por eso. Tengo que tener cuidado de que nadie me diga que tengo que tirarme al río porque me voy con la corriente hasta el oceano y nos vemos en las Bahamas en un tiempo.

Quería reivindicarme un poco de todo más o menos. Hace un par de semanas, creo, dije que había perdido mi alma, que no la encontraba por ningún lado. Era cierto, estaba viviendo en piloto automático y no veía mi reflejo en los charcos de agua y mugre. Pero tiempo después la magia volvió a mi vida, una magia medio chota, pero no puedo hacer caso omiso de ella.

Estaba pasando por al lado de un perrito muy simpático, y me ladró tanto que me asusté y pegué un pequeño y gracioso salto. Un salto que fue casi imperceptible, pero estoy segura de que lo provocó mi alma entrando de nuevo al cuerpo, directamente desde la punta del dedo más largo de mi pie izquierdo, que curiosamente es el índice y no el pulgar - amor por los datos irrelevantes -. Parece que simplemente necesitaba que le ladren un poco, que la despertaran, que la avisparan para que se diera cuenta de que se había quedado en el camino ocupándose de pavadas mientras yo seguí en otras tantas. Así que volvió, y yo me puse a hacer lo que quería. Me animé a aceptar que me falta para encontrarme con mi vida porque no me conozco una mierda, pero me la banco buscándola en donde sea. Aunque por ahora el donde sea quede limitado a lo que hay dentro de la cerca que rodea mi cerebro es un donde sea real y buscón. Me acordé un poco de querer a la gente, de hacer cosas. Tuve un encuentro cercano con lo que es tener un espacio personal (?), ahora no comparto cuarto con mi hermana menor y me siento un ser humano aunque no tengo cortinas. Ordené cosas buscando ordenar mi mente, o por lo menos saqué basura tóxica para mis ideas; y, aunque me cuesta concretar hasta un paseo por el parque, pienso y no dejo de pensar, cosas para hacer y ser. Estoy conmigo en cada paso que doy. Viva tener alma.

Por otra parte, un tema que me concierne mucho es esto de que todo en la vida está resumido a una taza de porcelana, o a unas cuantas. Hablé ya de mi taza de porcelana rota en una ocasión. Esa taza del demonio me provocó tediosos dolores de cabeza, lágrimas y pelotudeces cursis y medio psicópatas. Yo la di por rota y casi me desangro porque el desamor es duro aunque creas que nunca vas a sentir nada, pero aunque el mango se si salía volví a pegarlo una y otra vez. Lo pegué en julio y no duró ni una semana - por eso en agosto morí y resuscité-, lo pegué en noviembre y cuando creí que se salía en diciembre, volví a pegarlo. Y parecerá una locura pero cada vez que la taza se rompía, algo hacía ruido adentro mío. Lo mismo cuando la recomponía, la vida me sorprendía poniendo pegamento sobre las cosas rotas. Aunque el pegamento se notaba todo y quedaba desprolijo podía darle alguna usadita a la taza, maldita traicionera tan necesaria para mi.

Fue en diciembre que llegó la nueva taza. Un regalo de cumpleaños, preciosa, grande, con muchos colores y un símbolo de la paz. No me crean si no quieren, pero cuando vino la perfecta taza nueva también algo mágico pasó. Digámosle mágico porque no encuentro otra palabra que lo describa. Pero cuando algo está destinado a no suceder, y sucede, y se repite, aunque no sea como la mente lo imaginaba no puede negarse que hay como un no se qué medio mágico, medio loco.

Estoy llena de tazas que no me sirven para nada, pero desde ese entonces no pude soltar solamente a dos, la del mango roto, tan arraigada a mis manos; y la nueva, la más linda de todas. Una tan linda e inalcanzable, otra tan frágil, pidiendo a gritos que la tire a la basura. Me pasó el lunes que el mango se rompió de nuevo. Yo andaba rota por unos sueños raros que había tenido, porque los lindos y perfectos - otro día hablaré en relación a lo que me refiero cuando digo perfecto - siempre se van para otro lado; porque siempre me confundo de taza; y porque me niego a deshacerme de la taza rota. Claro que se que no me sirve pero la quiero, y no dejo de quererla. Pero esta vez alguien más descubrió el mango roto y cuando me dijo que iba a tirarla a la basura no pude más que dejarla ir. Así rota ni siquiera era una taza, hace tiempo que no puedo hacer nada con ella, pero en el corazón me dolió verla irse, porque no se va de adentro, no se va con nada, aunque ya no exista y no sirva más no se va.

La taza más nueva sigue siendo perfecta, grande, linda, inalcanzable. No todo es para todos. No sé usar bien mis tazas tampoco porque son demasiado personas metidas adentro mío, y son de un material que se rompe, complicado para un ser tan atolondrado como yo. Quisiera poder volver a guardarlas para tenerlas cuidadas y no usarlas nunca más. No soporto que se vayan cayendo pedazos de porcelana de la vida por ahí. Los corazones agrietados y sin mango, o las tazas que son demasiado grandes para nosotros son las culpables de que las almas se escapen. Porque, al final, yo siempre pago las tazas rotas, y todavía pretendo que mi alma no se me vaya, ilusa yo.

1 imaginantes:

Killer queen dijo...

Leo rápido pero porque soy así. Me encantó la entrada Valle, realmente muy muy linda. Nunca pensaste en dedicarte a escribir? Te seguiría pero no encuentro dónde está el botoncito. Un beso grande :)

Publicar un comentario