viernes, 30 de noviembre de 2012

Taladro

A veces pienso cosas extrañas cuando pienso en vos. Como que me gustaría poder morderte la nariz sin que te parezca raro, tirarte de una oreja, o hacer que te tropieces para ayudarte a levantarte y que nos riamos porque caiste de forma graciosa. No te lo digo nunca porque imagino que vas a pensar que estoy loca, que en realidad no me conocías lo suficiente y no vas a querer tenerme cerca ni un rato más. No sé, para mi a veces el cariño es tan grande que se vuelve difícil de expresar. Esta violencia puede llegar a significar mucho más que un buen gesto. Pero no hablo de violencia de lastimar de verdad, a alguien que querés no vas a lastimarlo intencionalmente. Es esa violencia de que te quiero tanto que una caricia expresa poco, muy poco, en comparación con una cachetada; y un beso, claro, mucho menos que una mordida. Sí, yo sé que parece raro lo que estoy diciendo, pero, ¿a vos nunca te pasó? ¿Nunca pensaste que un perrito, por ejemplo, era tan lindo que cuando lo acariciabas querías aplastarle la cabeza con tus propias manos? ¿nunca pellizcaste con mucha fuerza unos cachetes y eran tus manos que actuaban cargadas de amor? Ah, ¿no te pasa eso a vos? ¿ de verdad? ¿Es que tus sentimientos no son lo suficientemente fuertes? Entonces, me parece, voy a tener que pensar un poco en esto. Mis ganas de morderte esa nariz perfecta que tenés capaz no son correspondidas. Un beso en la nariz puede ser la ternura, pero la mordida pesa más porque está repleta de sentimientos poderosos. Y vos me decís que a vos no te pasa. Sentimientos poderosos son los que se manejan en esta relación, si a vos no te pasa lo mismo yo no puedo, se me tuerce la balanza. Y ni siquiera oses volver a decirme que esto que te digo no tiene sentido como acabás de hacer. Yo con las cosas a medias no. A mi, atravesame con tus sentimientos o soltame la mano y dejame caminar. No sigas, porque no vas a convencerme con tus palabras, esas apenas me rozan la mano.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Telescopio

Quisiera tener un telescopio
para poder mirarte
y ver en detalle qué pensás
o animarme a preguntarlo
para no intentar adivinar.

Quisiera entender más de tiempos
para no confundir el momento
y no querer viajar cientos
miles de cientos de años luz
en tiempo record universal.

Quisiera saber un poco más
de todo eso de lo que hablás
y no sentir que me falta viaje
para estar como a tu altura
sin llenarme de maquillaje.

Quisiera que todo fuera así
como salido de una película
y saber que es bueno el final
aunque no sepa atar el nudo
el desenlace siempre es real.

Quisiera saber usar el telescopio
para poder mirar tus tiempos
y saber más de tu viaje
pero que el final no nos encuentre
que la película no termine en el peaje.

Soles

Sale el sol. Sale como quien dice que está saliendo, pero en realidad está quieto, los que salimos somos nosotros. Salimos de la oscuridad, salimos porque vivimos dando vueltas. Y el sol alumbra todo, brilla de lo lindo el sol. No sabemos muy bien porqué, pero brilla. El otro día a mi me explicaron por qué el sol brillaba. Pero decían unas palabras que ahora no recuerdo, y además en ese momento estaba pensando en otras cosas que me quedaban más cerca y brillaban igual. Igual que el sol, que sale y brilla, brilla tanto que no  podemos verlo a los ojos para intercambiar miradas. De todas formas lo queremos, digo, yo lo quiero al sol. Es que no podríamos vivir sin él, y sin embargo, es tan inútil. Está ahí quieto, no trabaja nada. Está ahí para que lo miremos; pero apenas intentamos hacer contacto nos deja un poco ciegos. Y ni hablar del sol cuando se topa con las nubes. Las nubes lo tapan, pueden taparlo por días mientras bailan por el cielo, y el sol no hace nada porque se cree el centro de la galaxia. Aunque sí es el centro de la galaxia, dicen que la estrella más importante, que es tan importante que no podemos mirarlo. Por eso sale el sol, porque aunque no haga nada, viene y hace brillar todo. Y yo pienso que nos está saliendo el sol, pero también está todo lleno de nubes. Si el sol no brilla no veo bien, no veo porque aparte de tanto mirarlo me fui quedando ciega- Y no me sale tampoco dejar de mirarlo, porque el que sale es el sol. Y así como sale se va, quién pudiera averiguar a dónde, y vuelve más tarde. Ahí, justo cuando el sol se va, todo es más confuso. Como cuando hay nubes, como cuando no sabés muy bien porque mirás a alguien y brilla como si fuera el sol. Aunque no te esté alumbrando nada, brilla y no querés que deje de brillar, porque brillar le queda bien. Y porque si el sol no brillara andá a saber qué pasaría con nosotros, que giramos al rededor suyo como si fuera la estrella más importante, como si de verdad saliera todos los días para hacernos brillar también.
Qué importante que es el sol. Qué importante parece la gente cuando se hace sol.

miércoles, 24 de octubre de 2012

De vuelta

Nunca entendí bien porqué, pero siempre que me voy de viaje a algún lado espero el momento de volver. A veces irme muy lejos no me gusta, me siento ajena a todo lo que me rodea, de paso por todos lados. No es que me guste volver, es más que nada que necesito volver. Volver no sé a donde, porque nunca me siento de ningún lugar. Tal vez nací en el tiempo equivocado, tal vez el mundo tiene demasiado de todo y a mi con menos me alcanzaba. Siempre pensé que no necesito estar en ningún lado para estar conmigo, que me llevo siempre a donde voy, pero volver me hace sentir diferente, de vuelta.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mal sueño

Anoche soñé que estaba de viaje con algunas personas que yo conozco pero no se conocen entre sí. Uno de ellos robaba un auto muy caro que estaba en muy mal estado, y manchaba de pintura plateada a todo el que se acercaba. Con el auto planeábamos volver del viaje, pero andaba como fuera de control, y por eso empezaba a perseguirnos la policía. La persona que lo manejaba no tenía registro, y teníamos que llegar rápido a mi casa para ir a no sé dónde. Yo me la pasaba todo el viaje enojada y gritando desesperadamente. 
Finalmente llegábamos, las puertas de mi casa estaban tapiadas, estaba todo oscuro y medio en ruinas; y nosotros estábamos, de repente, todos vestidos de gala. Yo tenía un vestido largo con brillos plateados pero estaba muy despeinada. Un par de personas se esfumaban en el aire mientras entrábamos a mi casa, y mientras tanto la policía no dejaba de buscarnos. Nos habían seguido todo el viaje, pero a nosotros solo nos importaba estar listos a tiempo para la fiesta. Intentaba ponerme rápido unos aros enormes de diamantes y unos zapatos igual de brillantes, con un taco altísimo, mientras me apuraban para salir a hurtadillas sin que la policía nos viera. Yo peleaba histéricamente, me negaba a entrar de nuevo a ese auto destrozado, porque además de que iba a ensuciarnos a todos de pintura, los policías iban a reconocernos enseguida y así nunca íbamos a llegar. Nadie me hizo caso, y salimos entonces. Sacamos algunos tablones de la puerta y nos mandamos al auto, arrancamos enseguida y como nos vio la policía, intentamos perderlos yendo a una velocidad que todavía me da vértigo. En ese momento sentí una adrenalina espantosa y punzante, una desesperación y la pregunta que me salía era ¿Por qué a mi? ¿por qué todo esto? En ese instante me di cuenta de que era todo un sueño, porque en la vida real nunca había sentido esa angustia tan horrible, no había fiesta a la que llegar, ni vestido, ni aros de diamantes.

Me desperté, encendí el celular, y anoté el sueño en mis notas. Siempre que me despierto a mitad de la noche anoto mis sueños porque quiero recordarlos a la mañana siguiente. Quiero recordarlos a todos porque son cruentamente reales y muchas veces perturbantes. Y todas esas cosas horribles que salen de mi mente tienen que significar algo en la vida real, estoy segura.
En este contexto puede cobrar sentido que yo sueñe también con ser un poco mala. A veces ser transparente, sincera y algo así como triste-compasiva puede ser el peor castigo de una persona. Si a mi me hubieran regalado un poquito de maldad adentro de un salero quizás podría condimentar mi vida de otra manera. Ser tan obvia y siempre tolerante, comprender y aceptar, querer tender una mano y que mis únicos conflictos con los demás surjan cuando me equivoco "sin querer", por favor, eso si que es aburrido. ¿Será por eso que en mis sueños pasan todas las cosas espantosas que en la realidad no existen? Si pudiera contar cada uno de mis sueños y elegir una partecita de cada uno para vivir mi vida sería más bien un despropósito.

Quiero dejar de escribir sobre mi como si yo fuera el centro del mundo. Para eso primero necesito dejar de soñar con ser muy mala, porque la clave de correrme del medio es ser un poco más buena conmigo. Soy el único lugar en el que dejo ser a la maldad. Y en realidad lo que quiero es que mi vida sea un despropósito.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Y entonces suspira

Una cosa que me gusta mucho es reírme, reírme y sonreír: Siempre me pareció algo estúpido pero a la vez estupendo, inevitable, y un acto capaz de curar casi cualquier mal. Por otro lado me pasa que odio reírme. Me río demasiado, y de cualquier cosa. Me río en situaciones inadecuadas, y por los motivos equivocados. Cuando tengo vergüenza, cuando estoy nerviosa, cuando no sé qué decir, me río. Y tampoco me gusta cómo se me pone la cara cuando me río. A la mayoría de la gente le pasa que se deforma cuando se ríe, en lugar de ponerse más linda por la liberación de endorfinas. Pero a mi particularmente me molesta la forma que toman mis cachetes y mis ojos cuando me río. Sin embargo no dejo de reírme, y por eso lo odio, y por eso me gusta; porque es genialmente inevitable y soy esclava de mi sonrisa, que es lo mejor que tengo.
El problema de la cuestión reside en que así como me río hago reír a los demás. Y no me importa que la gente se ría, la mayoría de las veces hago que se rían de mi. Yo soy el chiste que les cuento, y no sé porqué se ríen de mi, no es gracioso reírse de la gente. A mi me molesta mucho que rían de mi, pero me encanta que me digan que soy genia porque se ríen de mi elocuencia, aunque yo sea la circunstancia y no me cause nada de gracia. Cuando tengo un problema y alguien se ríe, cuando digo la cosa más triste de manera graciosa, cuando me creo que se ríen de mi persona y que soy entera un chiste, ahí de verdad ya no es gracioso. 
Hay cosas que no son risas que también hacen que yo parezca un chiste. Como lo que pasó hoy. Cuando el día ya venía terrible a mi se me ocurrió hacerme la graciosa, porque soy realmente graciosa, y me puse a revisar los perfiles de la persona que más se río de mí con y sin mi permiso; y plaf, sentí esa miseria que sentís cuando no te sentís nada. 
Porque aunque me traten de exagerada, para algunas personas yo soy un chiste y para otras soy nada. Así yo no puedo reírme, por más gracioso que me resulte todo. Porque de verdad muchas veces siento que la vida se ríe de mi. Cuando me pongo seriamente en ridículo con alguien a quien veo a diario. Cuando le sigo el paso a un desconocido aún cuando me puso una barrera adornada con girasoles, cuando vuelvo una y otra vez al pasado para comprobar que era malo y aburrido, pero volvería mil veces más. Cuando pienso que merezco que la vida se ría de mi porque soy un chiste, en realidad el chiste lo tengo en la cabeza.
Es que el día que aprenda que los chistes son de la boca para afuera, y que mi vida es de verdad y no es solo graciosa; ese día tal vez todo se transforme y reírme no va a ser una sensación tan fantástica y punzante a la vez. No sé cuando va a llegar el momento, pero mientras tanto les doy permiso para que se rían, pero que al menos uno se ría conmigo, así tengo con quien reírme.

martes, 16 de octubre de 2012

Sistema solar.

Si el invierno
te es muy largo
yo puedo acortarlo.
Si te gustan los planetas
yo te los llevo
a tu puerta.


jueves, 11 de octubre de 2012

Lejos de averiguarlo

No sé a donde espero llegar. No tengo la menor idea de si lo que pasa tiene o no razón de ser, o mejor dicho, si es que pasa algo o no pasa. No sé si exagero, ni sé si debería exagerar un poco más. No sé que estoy haciendo, o si creo que hago cuando en realidad estoy hundida en las profundidades del sinsentido. No sé si es que estoy aburrida o que acá con vos tengo algo de verdad. No sé porque me siento tan estúpida, y por qué se me nota tanto que hasta vos, cuando te miro, te das cuenta y me mirás, pero por los motivos equivocados. Si me siento como cuando era chica y mis sentimientos eran un secreto de estado nunca confesado, no sé porqué le presto tanta atención a estas emociones. No distingo la linea que divide un no definitivo de la posibilidad de volver a intentar. No sé que significa tu presencia, no sé qué significo yo. Es como un juego que no quiero parar. ¿Será que mi vida está tan vacía que la lleno de fantasmas, o no me pasa a mi sola que no me aburro de jugar? Sé que te miro para que me mires, y me mirás, pero no sé cómo me miras. Si estás observando o solo me ves de lejos como quien ve pasar autos, colectivos y camiones. No sé porque te miro si ya me dijiste que no te mire. No sé que estoy mirando, si encima miro a través de un conjunto de gases fluorescentes. No sé porque sostengo esta idea que ya fue derrumbada sin ser siquiera. No sé, pero otra cosa no me sale.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Saturno

No sé bien que quería decir. De repente como que me olvidé un toque. Son las 6:33 de un domingo. Acabo de terminar de ver una película y todavía no dormí, porque, no sé, la película. No tengo sueño además, y ya es de día. Tengo las cortinas de mi puerta corrediza cerradas, pero veo como entra el sol por los costados. Igual está todo oscuro, no tengo ventanas. Por eso la puerta es de vidrio, porque sin sol me seco cómo las plantas.

Me está resultando imposible averiguar si no puedo dormirme porque me tomé unos vasos de fernet, o si fue la película que me dejó pensando. Pasaron cosas en la película. Un día hace poco me la mencionaron, eso también me dejó pensando, me parece. 


Hace tiempo que dejé de creer en las casualidades, si todo fuera casualidad la vida sería muy aburrida. Es mucho más entretenido estar segura de que todo tiene que ver con todo, y que lo que parece coincidencia tiene una razón de ser y existir. Por eso me llamó la atención que eso de las casualidades y el destino estuviera como metido entre medio del argumento. Además aparecía el Planetario en la película, el Planetario. La chica que hablaba del Planetario decía que la construcción esa, tan simpática, está inspirada en Saturno. Es mi planeta favorito, porque tiene esos anillos al rededor; es algo así como un CD atravesando una esfera de telgopor. Debe ser gigante Saturno, y está muy lejos, pero muy. Porque, digo, si me parece que Corrientes y Florida queda lejos de casa, Saturno queda mucho más lejos. Ni siquiera sé si Saturno existe de verdad porque nunca lo vi, pero está el Planetario.


De otra cosa más hablaba la chica de la película, de porqué le gustaba ir al Planetario. Cuando estaba ahí sentía que era una partecita muy chica del universo enorme e interminable, decía, y eso fue lo que me pasó toda la semana. En el afán de desperdiciar mi vida me pasé varias horas, en más de una ocasión, leyendo notas de astronomía en blogs clase C, con faltas de ortografía y cosas así. Ahora sé que la corteza del lado oscuro de la luna es más gruesa y por eso hay cráteres más pequeños, sé que cerca de la tierra hay un planeta habitable que gira al rededor de una estrella y tiene ciclos de traslación de 28 días; sé que la luna Titán, de Saturno, tiene atmósfera, y se sospecha que podría haber vida que sobrevive a base de metano, como los primeros seres vivos de la tierra. Un montón de información que no me sirve para nada, pero lo sé todo. Y me siento un poco más insignificante ahora. Sé que jamás voy a ver a Saturno, porque es muy grande, y mis ojos muy chiquitos. Sé que no soy para nada relevante en el universo, pero acá estoy, despierta a las 6:45 escribiendo como si nada.


Lo que pasaba con la chica, era que que era muy infeliz. Trabajaba de algo que nada que ver con ella, y no encontraba a Wally en la ciudad. Yo pensaba que, pobre, porque buscar a Wally es re difícil. Y también pensaba que yo hace poco me hice llamar Wenda por un tiempo, porque me hacía la que era la novia de este tal Wally, aunque que en realidad ni lo conozco en persona; sólo lo vi en dibujos que me ponen nerviosa porque tienen el trazo como rugoso.


No sé, nada más eso. Al final ver esa película como que se fue a la mierda. Porque, en realidad, pensaba que iba a ser medio mala y me iba a arrepentir de no dormir; pero ahora no puedo dejar de pensar que todo tiene que ver con todo, y que también Saturno. Es que si no existen las casualidades yo debería creérmela más y no decir que soy la que insiste pero abandonar en el primer round porque le fallo a mis principios no casuales.


No, ni idea de qué estoy hablando, pero me pareció muy simpático ver cómo la vida casi cruzaba a dos personas como por dos horas de película, no se veían porque miraban para cualquier lado. Y hacían las mismas cosas, y querían las mismas cosas. Hasta interactuaron por internet sin saber que hablaban el uno con el otro. Y entonces se vieron, porque obvio que se tenían que ver. Porque él era como Wally, pero de carne y hueso, y vivía en la tierra. No en saturno, ni en Titán, ni en ningún planetoide de años cortos; y era su vecino. Tanta casualidad no era casualidad, porque las casualidades no existen. Pero después de que se vieron se volvieron a ver de nuevo, eso fue lo que pasó. 


Capaz que justo se me ocurrió pensar esto, que qué lástima que vos no tenías ganas, qué se yo, todavía no creo que exista ninguna casualidad.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Palabras podridas.

Tengo los lentes puestos, chocolates, un vaso de Coca Cola. Estoy sentada frente al escritorio, que mira a una pared desde la que un pingüino dibujado con tizas piensa "No estoy tan solo si estoy conmigo!". Todo encaja perfecto con esas ideas que se cruzan por mi mente. Ideas que se cruzan por mi mente hace días, semanas, meses, años quizás. Escucho voces, algunas más claras, otras en versión digital, transformadas en letras. Las escucho a todas. "Podemos vernos como amigos, pero igual que mi novia no se entere", "Me gustás, pero es raro porque ya sé que no va a pasar nada más que esto entre nosotros", "Perdón, te quiero pero no puedo dejar a mi novia, la venimos remando", "No estoy como para empezar nada ahora", "No me presiones, me asfixiás", "Sí, ya sé que tengo novia, pero con ella es distinto porque es amor", "si te portás bien y no te ponés loquita de nuevo podemos seguir haciendo esto", "Está mal lo que hacemos, sos muy chica vos, y me gusta otra", "a vos te hago mierda, pero estoy enamorado, ella es mi futura novia", "¿Histérico yo? pf, vos histérica", "capaz tenés razón y el problema soy yo, pero bueno, es lo que hay", "Me mandé una cagada con mi novia, solo vos me entendés y podés auyudarme", "Sé que debería ser más agradecido, pero a mi me gusta estár solo, viste", "basta, no me molestes más". Las escucho y pienso esto, que me gustaría tener menos memoria a veces. Porque la memoria no sirve para nada si almacena recuerdos malos. No sirve si se guarda palabras horribles y perturbadoras que solo alimentan teorías de eterna soledad y desentendimiento con el mundo.

Las palabras son algo muy lindo. Tan lindas las palabras, que pueden construir miles de millones de frases llenas de cosas buenas y llenas de todo; y a mi me sigue pareciendo muy triste que el mundo las use para matar. Si tan solo pudiéramos llegar a conocer el verdadero valor de las palabras, podríamos usarlas para construir cosas increíbles, levantar edificios imaginarios de miles de pisos, o casitas chiquitas pero pintorescas; en vez de hacer que las selvas tropicales estallen y desaparezcan, arrasadas por las llamas filosas de nuestras horribles y sonoras palabras.

Yo siempre cuido mis palabras, o al menos eso intento. Intento aprender a tratarlas como un tesoro. Usarlas cuando el momento lo amerita, quizás también cuando no, pero siempre para decir algo que construya. Y si mi algo no construye, porque no siempre es fácil construir, mi cometido es al menos no destruir. Porque si es que la memoria de todos funciona tan bien a largo plazo como la mía, considero importante no dejar marcas de mugre en los recuerdos de otros. Digo, no me parece justo que mis recuerdos estén llenos de palabras vacías, de excusas y abandonos. No me parece justo que mis memorias me digan una y otra vez que nunca van a elegirme a mi, porque así yo me creo que es cierto; que no me lo merezco, que siempre va a ser de la misma manera. Puedo llegar a creer que para nada valgo la pena, que sí pero no; que todo bien, pero andate por donde viniste porque al final eras poco para mi.

Resulta que después vienen los que no son responsables de toda esa sarta de recuerdos espantosos, y te dicen que no tenés por qué sentirte tan poca cosa; que te animes, que la vida es vivir, que como te ven te tratan y si vos misma te maltratás los otros te van a maltratar todavía más. Y te sacudís un poco el cerebro para que se acomoden las ideas, y salís. Como si entre las hendijas de tus sesos ya no descansaran los rechazos del mundo hacia tu persona, como si no estuviera todo lleno de fantasmas. Y saltás por el trampolín con la adrenalina a niveles sumamente altos, y en la pileta no había agua, y te querés morir porque lo único que te faltaba era darte la cabeza contra el fondo de cemento para que tu cerebro quede más afectado todavía. Un hematoma se puede ir rápido y todo parece quedar como nuevo. Pero las secuelas adentro no te dicen lo mismo, y de a poquito afloran de nuevo todos los momentos llenos de palabras que cortan, para mutilar cualquier tipo de envión valiente, alborozo o sonrisa triunfal.

A mi no me digan que estoy equivocada cuando me miro con ojos compasivos. Al final siempre tengo razón. Y si quieren discutirme van a tener que vérselas con todas las palabras pútridas que ocupan espacio en mi cerebro. Ellas pueden demostrarle a quien sea que los libros de auto-ayuda pierden por afano cuando se los contrarresta con recuerdos vomitivos y con la razón.

Déjenme decir que no estoy tan sola si estoy conmigo, y que en esos términos no necesito a nadie. Aunque no esté segura de si estoy, o ya me fui yo también con mis palabras.

viernes, 31 de agosto de 2012

Por todos lados

Marcas. Tengo marcas tuyas por todos lados. Marcas que no se ven. Marcas que no se van. Cuando siento que a la gente no le importo son tus marcas. Cuando tengo miedo de hablar son tus marcas. Cuando pienso que lo que digo no vale la pena son tus marcas. Cuando siento que me tratan de loca son tus marcas. Cuando odio todo son tus marcas. Cuando no quiero acercarme a la gente son tus marcas. Cuando no me animo a decir lo que siento son tus marcas. Cuando no quiero reconocer lo que me pasa son tus marcas. Cuando siento que no valgo son tus marcas. Cuando creo que no puedo ser feliz son tus marcas. Cuando quiero quedarme sola son tus marcas. Mis ganas de llorar son tus marcas. Lo que no me sale decirle a los demás son tus marcas, y si siento vergüenza de mi misma son tus marcas. Cuando no puedo escribir más que lamentos son tus marcas.
Una vez escribí que vos eras la primer mancha de tinta en el libro de mis días. Ahora quisiera poder arrancar esa hoja que arruina todas las demás. Ahora entiendo porque esa vez deseé que no fueras parte de mi vida. Ahora es cuando más deseo nunca haberte conocido. Estoy llena de marcas y todas tienen tu firma en un costado, gracias por nada.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Lo efímero

¿Qué significan las ganas de llorar cuando no te pasa nada que particularmente pueda hacerte llorar? ¿Cuán complicado puede llegar a ser contemplar el mundo de otra manera cuando pertenecés a él por completo? ¿Cómo tener idea de cómo caminar si ni siquiera sabés hacia dónde vas? 
Esas tres preguntas no son nada en comparación con las que tengo en mi mente. Pero no puedo convertirlas en palabras tan fácilmente. Seguro que es por eso que quiero llorar. O capaz es porque siempre pierdo, porque estoy en todos lados pero no soy de ninguno, porque me siento muy sola aunque nunca esté sola; porque nadie me entiende, y si alguien me entiende al final también es nadie y se va antes de llegar siquiera.
Ese es el problema. Lo efímero, circunstancial, esos instantes de nada que te hacen sentir que vas a despegarte del suelo para terminar diciéndote en la cara que, como los pingüinos, las personas no pueden volar. Al menos no cuando están solas. Y yo siempre estoy sola, y yo digo que me busco estar sola, pero también yo sé que hago trampa porque si no lo buscara estaría sola igual. ¿Quién querría quedarse conmigo? ¿Quién va a quedarse conmigo si yo no quiero quedarme en ningún lado? Soy yo mi propia trampa, y cuando uno está atrapado en uno mismo lo más difícil es salir sin salirse; porque si me salgo y me abandono me quedo sin mi y así no puedo ni siquiera estar sola. ¿Eso significan entonces las ganas de llorar?

miércoles, 8 de agosto de 2012

Regreso empieza con R de Resiliencia



- Hola, tanto tiempo, ¿Cómo estás? Qué linda que sos, Todavía tengo ganas de verte, Ahora maduré, Todo este tiempo pensé en vos, hice mucha historia al pedo, con que hablemos me conformo por ahora – Le estaba diciendo muchas cosas – falta poco para tu cumpleaños, podrías venir a mi casa – muchas demasiadas cosas -. No entendía muy bien qué le pasaba. Porque éste, seguía siendo el mismo inepto que había insistido hasta el cansancio hace unos meses, pero ahora no se cansaba, como antes, de leerlo una y otra vez. Y quería hablar con él, pero cada vez que lo hacía terminaba diciéndole que no y casi que discutían. ¿Cómo podía ser que discutieran si no se conocían?
Para ese entonces ya ni recordaba antiguos amores. Su mente estaba concentrada en decidir si derribaba el muro de las emociones o lo dejaba como estaba y seguía pateando cabezas masculinas por ahí. Este personaje en particular la confundía. Estaba casi segura de que no le interesaba, pero no podía dejar de interesarse en cualquier tipo de intercambio de palabras con él. Por su parte, el muchacho se había dado cuenta de eso y aprovechaba para ganársela en pequeñas cuotas. Un mensaje de dos palabras le hacía el día. “SOS HERMOSA :)” le decía, aunque nunca la había visto más que en fotos, y ella sonreía. Y enseguida le contaba a él que sonreía, por eso insistía el muchacho.
Había conseguido estirar todo con un “capaz el año que viene podemos conocernos”. Tan elocuente, faltaban 15 días para que empezara un nuevo año, pero a él no le había causado nada de gracia. Estaba muy ocupada, decía, finales en la facultad, su propio cumpleaños, y ya había arreglado cosas para el resto de los días. A él seguía sin causarle gracia, pero nunca había estado tan cerca de la victoria, así que fue paciente.
Por lo pronto, el saludo de cumpleaños la hizo sonreír en secreto, una vez más. Ya se atrevía a decirle a él también que era lindo y que tenía ganas de conocerlo, solo que no quería ir a su casa porque nunca lo había visto y le daba vergüenza. – Es para conocernos nada más, si querés charlamos de una punta de la habitación a la otra, solo quiero verte. – Por vergüenza decía ella, nada que ver con el asunto de que fuera en su casa, es que le daba vergüenza. Tenían que salir a algún lugar, pero cierto que él no salía porque era un chico de lo más raro. Entonces lo pensaba mejor y no sabía si quería conocerlo en realidad.
Cuando pidió tres deseos el día de su cumpleaños, uno fue dedicado a Boca, el club de sus amores (y uno de los motivos por los que lo había llegado a estar en contacto con él), otro se perdió ente varios anhelos anónimos y al rato lo había olvidado, y el tercero se lo dedicó a él: “espero que nunca seas parte de mi vida”. No sabía por qué había pedido eso, si estaba casi arreglado un encuentro para, finalmente, conocerse. Algo adentro suyo pedía a gritos que no fuera a meterse en ese lugar, era el muro de las emociones, que no quería ser derribado y hacía fuerza. O capaz era una señal. Meh, no era nada. En su momento no le dio tanta importancia.
Cuando faltaban tan solo dos o tres días para que llegara la noche de año nuevo acordaron que la semana entrante era ideal para conocerse. Lunes 3 habían dicho. Si ella no quería ir a su casa entonces iban a recurrir a un encuentro naïf a la luz del sol, completamente apropiado para personas que no se conocen. Pasaron los días y en las vísperas de ese encuentro dejaron de hablar. Ella ya se había ilusionado de algún modo, incluso habiendo deseado alejarlo de su vida, incluso aunque todavía no la convencía nada de él.
Llegó ese lunes. Ella esperaba una confirmación que no llegaba. Por su parte él hacía lo mismo. No sabían que iban a arruinarlo todo. Entonces a ella le sonó el celular. El mensaje decía que si no tenía ganas de verlo al menos podría haberle dicho que no. No entendía nada, había estado toda la mañana esperando un mensaje que dijera “pasá a tal hora” y en cambio recibía su enojo resumido en una frase corta. ¿Qué más podía pasar? Discutieron como si se conocieran, de nuevo, como una pareja desgastada por los años compartidos. No se conocían, y esta no iba a ser la fecha indicada para que finalmente lo hicieran.
Como era costumbre, al día siguiente él se había olvidado de lo sucedido y le hablaba como si nada. Ella había decidido que quizás no era tan malo ir a su casa, él decía que era para conocerse, nada más, y ella no sabía porqué, pero le creía. La fecha suplente era el viernes de esa misma semana. Viernes. Cuatro días más y se terminaba esa ridícula virtualidad.
Todo iba bien hasta que el jueves él se sintió gracioso y se le ocurrió decir que lo del viernes estaba en duda, por si ella llegaba a arrepentirse y le daba vergüenza de nuevo. Siguió ganándose su odio de a poco, y discutieron hasta que él se cansó de hablar y se fue. Siempre hacía eso, la dejaba hablando sola y después volvía, como si nada. Pero ella le daba permiso para que lo hiciera.
Esta historia estaba destinada a fracasar.

jueves, 2 de agosto de 2012

Resiliencia


A veces se preguntaba cuantas cosas de su historia tenían que ver con cómo era ella ahora. Le intrigaba mucho todo ese cuento de la psicología, el subconsciente, los sueños, lo determinante que podía ser cada suceso en la vida de una persona. Claro que todo eso le causaba intriga, pero no la suficiente como para hacer algo más que preguntarse pavadas una vez cada tanto.
Algo que le llamaba la atención de su existencia era la poca facilidad que tenía para superar etapas, dejar atrás momentos, emprender nuevos caminos. Resiliencia le decían. Había leído en internet que la resiliencia era la capacidad de sobreponerse a las adversidades. Estaba segura de que le faltaba de eso. Un día, una amiga estudiante de psicología, le dijo que era algo que se podía conseguir. Se podía conseguir con algún tipo de trabajo interior, suponía. Para eso tenía que prestarle más atención a las preguntas esas que le surgían una vez cada tanto. No tenía ganas de ocuparse de eso.
Resiliencia. Muchas veces pensaba en la palabra resiliencia. Se le venía a la mente así como si nada. Y todo porque un día la había leído en internet. Porque malgastaba su tiempo en internet llenando su cerebro de información que no servía para nada. Porque internet también la mantenía sujeta al pasado. Era como un veneno de esos que antes de matarte te llenan de un horroroso placer por dentro.
Resiliencia. De nuevo recordaba algo que no tenía que recordar. Es que la cuestión no era recordar sino todo lo que eso le provocaba. Pensar en algunas cosas hacía que esas cosas nunca se fueran. Ella sabía que no se iban pero no era capaz de hacer algo al respecto. Peor, no hacía nada al respecto porque no quería. Le gustaba cómo se sentía el veneno, para nada necesitaba a esa tal resiliencia.
Era una secuencia que se repetía desde que tenía memoria. A los trece, después a los diecisiete, a los diecinueve y ahora de nuevo a los veintiuno, que hacía medio año se habían convertido en veintidós. Primero porque estaba bien, era de chica preadolescente pensar y pensar en un chico que no te daba ni la hora, y dibujar corazones con su nombre, amarlo en secreto, meses y meses, años con su recuerdo, y un deseo escondido de algún día aunque sea ser contemplada por su mirada. Después porque el de los diecisiete había sido el primer alguien real. Le había dicho que la quería, que era linda; la sacó a pasear, le dijo que la extrañaba, se hizo el celoso, el ofendido, y después se alejó. Era normal que siguiera en sus pensamientos después del quiebre. Incluso hasta llegaba a resultar tierno verla preguntándose qué había salido mal, o cuál era la manera de volver a llamar la atención de aquel muchacho.
Ahora, no entendía qué había pasado a los diecinueve. A esa edad creía que podía llevarse el mundo por delante, hasta que lo conoció a él y en una noche le sacó todas esas ideas locas de la cabeza. Había sido la primer locura de amor, o lo que sea. Porque en realidad el amor dura más que una noche. Esa secuencia se repitió una y otra vez durante casi dos años. Dos inútiles años en los que solo sabía comparar a cualquier otro con él. Con él que había vuelto con un viejo amor dos semanas después de hacerla sentir especial. Dos años en los que su vida se sucedió de manera paupérrima, llenada de nada más que preguntas de esas que no sirven, de padres recomendando visitas al psicólogo e histerias del estilo "yo no tengo problemas, no me molesten, déjenme ser un seto sin vida en paz". Dos años pensando en una sola e insignificante noche, en desencuentros, e imaginando cómo hubiera sido su aburrida vida si esa noche se prolongaba en el tiempo.
Nada de eso servía, nada. Cuando tenía veinte estuvo casi decidida a resignarse y escribía pensando todavía en esa historia que nunca llegó a ser historia, como si nada más en la vida pudiera superar lo que había sentido en el lapso de esa lejana y tan solitaria única noche. Ni se imaginaba todo lo que le deparaba el destino.
Muy ocupada estaba comparando a todo hombre que se cruzara en su camino con aquel amor de años atrás. Ninguno le llegaba ni a los talones, no valían la pena. Y en eso apareció él. El verdadero protagonista de la historia que ella quería contar, o que no podía evitar contar, porque gracias a él había conocido la palabra resiliencia, porque todo.
Al principio pareció uno más, descartable como el resto. No cubría las espectativas, ninguno las cubría. Pero este en particular no las cubría. Tenía unos cuantos años más que ella, no tenía trabajo, ni amigos, ni le gustaba salir, ni le divertía nada. Solo sabía quejarse, decir que estaba muy solo, y rogar algún tipo cariño. Qué miedo le provocaba, lo único qué quería hacer era decirle que no, pero no podía. Ni siquiera lo conocía, todo era culpa de internet. ¿Qué hacía hablando con un desconocido? ¿Qué hacía hablando así con un desconocido? Una salida le pedía. De repente ella no necesitaba un psicólogo sino que era la mujer ideal, y él no podía dejar pasar esa oportunidad. De verdad le daba miedo. Mientras tanto, él hacía unos incomprensibles artilugios para conquistarla, que solo conseguían alejarlo más y más de la meta. ¿Qué le pasaba a este pibe? Nunca le había dado lugar para que hiciera tales escenas de celos, suplicas y acuses de abandono. Ni siquiera lo conocía, eso tenía que decirle, “no te conozco, pará”; pero no podía, le pedía perdón por no cubrir las espectativas. Era todo muy irreal, y así se rompió. El muchacho se rindió rápido y ella casi que lo olvidó con igual rapidez, o al menos eso creía.
Fue cuestión de meses. Capaz fue porque estaba aburrida, capaz no. Estaba segura de que no había sido casualidad. Internet, Twitter, mágicamente el conflictivo muchacho apareció en escena y ella pensó “uy, que interesante me parece lo que dice, podría empezar a seguirlo”. Internet, enseguida el volvió a buscarla por todo medio de comunicación posible. Ahora tenía trabajo y se hacía el centrado, y claro, volvieron a hablar.
Ella le decía que era diferente esta vez, ella lo leía diferente. No solo eso, lo leía diferente y además no lo comparaba con nadie. No se había dado cuenta, pero cerraba una patética etapa de su existencia para abrir otra que iba a superar todo tipo de record.

viernes, 4 de mayo de 2012

Almas dentro de tazas.

Escribir porque hace mucho que no escribo, aunque sepa que lo que tengo para decir es lo de siempre. Es que si lo de siempre no deja de ser lo de siempre, y no puedo escribir sobre otra cosa sino eso, voy a escribir de todas formas porque en muy pocos días varias personas me dijeron que tengo que ser escritora y a por eso. Tengo que tener cuidado de que nadie me diga que tengo que tirarme al río porque me voy con la corriente hasta el oceano y nos vemos en las Bahamas en un tiempo.

Quería reivindicarme un poco de todo más o menos. Hace un par de semanas, creo, dije que había perdido mi alma, que no la encontraba por ningún lado. Era cierto, estaba viviendo en piloto automático y no veía mi reflejo en los charcos de agua y mugre. Pero tiempo después la magia volvió a mi vida, una magia medio chota, pero no puedo hacer caso omiso de ella.

Estaba pasando por al lado de un perrito muy simpático, y me ladró tanto que me asusté y pegué un pequeño y gracioso salto. Un salto que fue casi imperceptible, pero estoy segura de que lo provocó mi alma entrando de nuevo al cuerpo, directamente desde la punta del dedo más largo de mi pie izquierdo, que curiosamente es el índice y no el pulgar - amor por los datos irrelevantes -. Parece que simplemente necesitaba que le ladren un poco, que la despertaran, que la avisparan para que se diera cuenta de que se había quedado en el camino ocupándose de pavadas mientras yo seguí en otras tantas. Así que volvió, y yo me puse a hacer lo que quería. Me animé a aceptar que me falta para encontrarme con mi vida porque no me conozco una mierda, pero me la banco buscándola en donde sea. Aunque por ahora el donde sea quede limitado a lo que hay dentro de la cerca que rodea mi cerebro es un donde sea real y buscón. Me acordé un poco de querer a la gente, de hacer cosas. Tuve un encuentro cercano con lo que es tener un espacio personal (?), ahora no comparto cuarto con mi hermana menor y me siento un ser humano aunque no tengo cortinas. Ordené cosas buscando ordenar mi mente, o por lo menos saqué basura tóxica para mis ideas; y, aunque me cuesta concretar hasta un paseo por el parque, pienso y no dejo de pensar, cosas para hacer y ser. Estoy conmigo en cada paso que doy. Viva tener alma.

Por otra parte, un tema que me concierne mucho es esto de que todo en la vida está resumido a una taza de porcelana, o a unas cuantas. Hablé ya de mi taza de porcelana rota en una ocasión. Esa taza del demonio me provocó tediosos dolores de cabeza, lágrimas y pelotudeces cursis y medio psicópatas. Yo la di por rota y casi me desangro porque el desamor es duro aunque creas que nunca vas a sentir nada, pero aunque el mango se si salía volví a pegarlo una y otra vez. Lo pegué en julio y no duró ni una semana - por eso en agosto morí y resuscité-, lo pegué en noviembre y cuando creí que se salía en diciembre, volví a pegarlo. Y parecerá una locura pero cada vez que la taza se rompía, algo hacía ruido adentro mío. Lo mismo cuando la recomponía, la vida me sorprendía poniendo pegamento sobre las cosas rotas. Aunque el pegamento se notaba todo y quedaba desprolijo podía darle alguna usadita a la taza, maldita traicionera tan necesaria para mi.

Fue en diciembre que llegó la nueva taza. Un regalo de cumpleaños, preciosa, grande, con muchos colores y un símbolo de la paz. No me crean si no quieren, pero cuando vino la perfecta taza nueva también algo mágico pasó. Digámosle mágico porque no encuentro otra palabra que lo describa. Pero cuando algo está destinado a no suceder, y sucede, y se repite, aunque no sea como la mente lo imaginaba no puede negarse que hay como un no se qué medio mágico, medio loco.

Estoy llena de tazas que no me sirven para nada, pero desde ese entonces no pude soltar solamente a dos, la del mango roto, tan arraigada a mis manos; y la nueva, la más linda de todas. Una tan linda e inalcanzable, otra tan frágil, pidiendo a gritos que la tire a la basura. Me pasó el lunes que el mango se rompió de nuevo. Yo andaba rota por unos sueños raros que había tenido, porque los lindos y perfectos - otro día hablaré en relación a lo que me refiero cuando digo perfecto - siempre se van para otro lado; porque siempre me confundo de taza; y porque me niego a deshacerme de la taza rota. Claro que se que no me sirve pero la quiero, y no dejo de quererla. Pero esta vez alguien más descubrió el mango roto y cuando me dijo que iba a tirarla a la basura no pude más que dejarla ir. Así rota ni siquiera era una taza, hace tiempo que no puedo hacer nada con ella, pero en el corazón me dolió verla irse, porque no se va de adentro, no se va con nada, aunque ya no exista y no sirva más no se va.

La taza más nueva sigue siendo perfecta, grande, linda, inalcanzable. No todo es para todos. No sé usar bien mis tazas tampoco porque son demasiado personas metidas adentro mío, y son de un material que se rompe, complicado para un ser tan atolondrado como yo. Quisiera poder volver a guardarlas para tenerlas cuidadas y no usarlas nunca más. No soporto que se vayan cayendo pedazos de porcelana de la vida por ahí. Los corazones agrietados y sin mango, o las tazas que son demasiado grandes para nosotros son las culpables de que las almas se escapen. Porque, al final, yo siempre pago las tazas rotas, y todavía pretendo que mi alma no se me vaya, ilusa yo.

martes, 17 de abril de 2012

Devuélvanme mi alma

Estuve considerando seriamente la posibilidad de haber perdido mi alma. Capaz me la robaron o, no sé, la dejé irse sin darme cuenta. Capaz, incluso, fui yo misma quien la expulsé de mi cuerpo. Es un misterio que de ahora en más intentaré develar.
Hoy pasé cerquita de cuatro de esos perros que te ladran muy fuerte porque cuidan su hogar de los malechores, y ninguno emitió sonido alguno. Primero pensé que pasaba porque iba escuchando música, y como cantaba re lindo los perros me prestaban atención; pero me di cuenta más tarde del terrible suceso, mi alma no está conmigo.
Ahora que lo pienso, no es tan complicado verlo. Hace meses que no me siento yo en mi, con mis intereses, mis personas, en las cosas que hago. Lo tenía delante de mis ojos y no lo pude ver. No puedo ser yo en nada de lo que hago si no estoy acá conmigo. 
Lo bueno es que estoy a tiempo de volver. Calculo que no voy a encontrar un papel que diga que en él reside mi alma y si me lo trago vuelvo a reírme de la vida - a.k.a. enfermita de Los Simpson -, pero almita, no podés haberte ido tan lejos porque sino ya ni podría darme cuenta de que no te tengo.
No tengo la menor idea de cómo haré para recuperarte, alma, ni que voy a hacer cuando te tenga de nuevo acá. Se que va a ser difícil, muy, muy difícil, porque me estoy acostumbrando a todo esto que no me banco más. Digo, porque está bien que vivir en piloto automático es medianamente fácil, pero sé que a este paso que voy no supero la prueba de los 27. No es que tenga una vida de excesos, es que una vida sin vida no es vida, ¡no lo és! Que no me gusten las cosas que hago todos los días, querer dormir sin parar, los desórdenes sentimentales, no preocuparme por cambiar, postergar todo porque los días se gastan antes de que pueda darme cuenta, no creer en nada de lo que creo, las pocas ganas de hacerme preguntas, LOS PERROS QUE NO ME LADRAN. Así no se puede nada, insisto.
Creo que necesito conseguirme un gatito, los gatos cuidan las almas de sus amos. No se si es cierto o lo acabo de inventar, pero un gato con una lunita en la frente me vendría bien. Si me vuelvo una super heroína medio puta en una de esas todo cobra sentido. O no, no seré heroína pero tengo un gatito para acariciar mientras planifico como volver a encontrar todo eso que deposité en mi alma antes de abrirle la puerta para que se vaya de paseo.
Siempre dicen que el primer paso es reconocer que hay un problema. Dicen también que saber y no hacer es inútil. Así que estoy en la fase más inútil y sin alma de la misión para la recuperación de mi alma. Gran momento.
Bueno, quería que lo sepan todos nomás, que sepan lo que yo ahora creo que sé. Los dejo, te dejo blog, tengo que ir a comprar un medio mundo para pescar. Aunque capaz me lo llevo todo.

jueves, 29 de marzo de 2012

También eso

Hoy me levanté muy temprano, me quedé hasta más tarde en el trabajo, me me molestaron la rodilla y el pie izquierdo, viajé en un colectivo lleno de personas, vi cómo asaltaban una almacén, no conseguí algo que quería comprar, me dolió la panza, me quise poner a llorar, me fui a cortar el pelo, me hicieron esperar como una hora y no me lo cortaron lo suficiente, y hasta lo arruiné dando un tijeretazo estúpido de autosuficiente que se cree capaz de cualquier cosa en donde no iba. También le escribí después de meses, no sé porqué; y, claro, no me constestó porque no.

Al final lo unico que necesitamos para lo que lo demás funcione es a alguien que esté. Esa es la única y finalísima conclusión. Tengo además la certeza de que ya no soy la que era, aunque de a ratos no sepa quién soy.

martes, 20 de marzo de 2012

Figurita repetida en loop.

Una vez leí en algún lugar una frase simple pero fantástica "figurita repetida no completa el álbum". Evocando el recurso de la metáfora, la simpática frase hablaba de no volver a cosas viejas, figurirepetear situaciones, momentos, personas.
De verdad quise que me interesaran otras figuritas, pero en el fondo siempre estás vos. Intenté fijarme en otras caras, en otras vidas. Quise que me interesaran otras cosas, convencerme de que tu mundo no era para mi.
Siempre creí que tu mundo era demasiado oscuro, de hecho lo era. Había olvidado que era lo que me gustaba de vos. Era eso de pedir ayuda en silencio, de mentir anhelos para disfrazar el vacío. Estaba segura de que detrás de todo ese disfraz de mala persona había alguien que sólo quería que lo quisieran.
Yo quería ayudarte, no sé a qué, pero estaba dispuesta. Quería hacerme cargo del vacío. ¡Que ilusa! Creer que iba a poder hacer algo con vos cuando nadie antes lo había logrado, ¿por qué iba a ser justo yo? Supongo que te creí todas esas palabras de mentira, las creí todas y quise hacerlas mías. Quería que quisieras que te quisiera.
No creí que esto pudiera pasarme a mi, digo, pasarme de verdad. Esto de mirar a otros y verte a vos. Seguir mirándote y pensar que cosas te diría. Imaginar las respuestas que nunca escuché de tu boca, tu boca, cuando vos en realidad no sos nada. Nunca fuiste nada.
Mientras más firme se vuelve esta idea de que no sos nada pienso, yo nunca había querido que alguien fuera todo. Aún hoy, no quiero otras figuritas.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Palabras

A veces me pasa que me pasan cosas y escribo mientras las emociones que provocan esas cosas todavía duran. La mayoría de las veces, al cabo de un rato, esas palabras pierden sentido y posibles ideas, historias, revelaciones, se convierten en textos inacabados que terminan por ser archivados en algún lugar recóndito de mi cerebro, al que van las cosas que dejo por la mitad.

Hoy me pasó que me puse a escribir mientras viajaba en colectivo. Iba con mi hermana, pero no viajabamos juntas. Yo estaba enojada y me había alejado de ella porque no quería hablar ni escucharla más. Mis palabras no tenían sentido en una discusión llena de argumentos sin ningún tipo de argumento. Entonces me fui a otra parte, más lejos, sola. No me molestaba estar sola, porque cuando estoy sola no estoy sola; y si no estoy sola no necesito estar con gente que llena todo de palabras de mentira.

Hay palabras que me hacen llorar, yo no quería llorar adelante de toda esa gente, porque me da vergüenza llorar, me da vergüenza llorar y que todos me vean, no quiero que me vean llorar por palabras vacías, por palabras que no me animo a decir. Y mientras viajaba entonces escribí cosas.

Escribí que me parece horrible que nuestras palabras puedan volverse argumentos en nuestra contra, que los demás las vuelvan argumentos en nuestra contra. Que eso me parece tan horrible como el hecho de que exista gente que se embarque en la osadía de matar. Porque las palabras son la magia de la vida, el pensamiento vuelto realidad, la razón convertida en instrumento, los sonidos que podemos ver. Pueden significar tantas cosas, y todos las usan para nada, nadie las entiende. Ellas son las que hacen todo, de verdad son las palabras las que dan vida y a mi me molesta que todos las usen para matar. Me molesta más que nada que todos sepan tan bien como usarlas, que tomen mi realidad, toda esa magia, la que tengo para ofrecer, e intenten clavármela en el pecho; y me dejen sin aire para defenderme o simplemente respirar.

Me molesta que el mundo sea tan hiriente y nadie comprenda a nadie de verdad. Me molesta que lo mágico de las palabras no sea suficiente para querer, salir y volar. Me molesta todo eso y me molestan muchas otras cosas más, pero como no quiero que usen estas palabras en mi contra, voy a callármelo todo y limitarme a pensar.

El día que no hable más con nadie, ahí va a ver el mundo; va a ver como extraña mis palabras y mi distinta realidad. Lo triste es que probablemente nadie en el mundo vea nada. No quiero que me miren, quiero que me escuchen, aunque no hable, que me escuchen, que aprendan a leerme, que miren mis palabras; son más importantes que todo lo demás.

jueves, 1 de marzo de 2012

Nada del todo es mío

Hace como un mes, digo, más de un mes que no escribo para el mundo este en el que no soy nada. Cuando escribo con una hoja y una lapicera naranja yo soy todo, en mis papeles soy todo (lo mismo que vos cuando no se escribir sobre otra cosa). Por eso se me ocurrió venir a decir alguna cosita acá, lo que sea. Porque recuerdo esas épocas en las que me gustaba leerme y no leerte en mi, cuando escribía en un tono diferente y sin tanta pena apaciguando el esplendor de las cosas de todos los días.
Resulta que ni por asomo me acuerdo cómo se hacía eso. Creo que así funcionaba, yo me sentaba frente a la computadora y empezaba a teclear. Escribía de todo, reflexiones existenciales, simpáticos textos de barata auto-ayuda o historias de mentira con variados y significativos finales.
Historias, el otro día escribí una de esas para mi mundo. Era una espantosa, hablaba de un aviador triste que soñaba con volar y conocer el cielo y no lo había logrado jamás luego de años y años de pilotear aviones. Era tan triste, tan triste, que no pude darle un final que me convenciera. Tan triste que odié haberla pensado y haber intentado compararla con mi vida. Tan todo que me di cuenta de que no hablaba de vos y empecé a buscarte en algún rincón, porque estaba segura de que tenías que estar por ahí. Porque vos siempre estabas entre mis letras, aunque nunca hubieses estado.
Entonces me di cuenta de que te fuiste, casi que te fuiste. O me fui yo. Fui yo la que se fue porque vos no estabas nunca pero no terminabas de echarme del escaloncito de la entrada, y en el escaloncito ese pasaban cosas. Estaba dicho que si no me iba sola la puerta iba a cerrarse igual y me iba a partir por la mitad. Y la verdad, creo que todavía necesito estar entera. No puedo dejar que vos me rompas por dejarme afuera porque tengo muchas historias sobre aviadores que no son tristes por escribir.
Así que no me importa que no me hayas llevado a conocer el cielo, seguro fue porque vos tampoco tenías como llegar; y si no podíamos volar juntos, para quedarme en el suelo mejor me deshice de tu fantasma.
Lo bueno de escribirle todo esto a este mundo de nadie es que no es mío. Nada que tenga que ver con vos es mío y prometo que esta es la última vez que digo tu nombre sin decirlo. Nada que tenga que ver con vos. Nada.

lunes, 9 de enero de 2012

Despiértenme

Hace un par de meses tengo un sueño recurrente que me hace despertar de mal humor y sintiendo lástima por mi.
Todo empieza cuando le digo a mis viejos que me voy en auto, me preguntan si podré manejarlo y les digo que sí, que ya sé manejar, y que si llegué hasta ahí en auto puedo volver a subir, sé manejar. Estoy vestida como de fiesta, es de noche, el auto es negro, enciendo las luces pero no iluminan nada la calle.
Cuando pongo en marcha el auto todo comienza a ir muy rápido. Apenas piso el acelerador y el auto avanza a una desmedida velocidad. Los pedales se vuelven un adorno, porque van y vuelven del fondo a su lugar sin modificar en nada el ritmo del viaje.
Empiezo a desesperarme, tengo una habilidad particular para esquivar a todos los autos, pero hay muchas curvas y no sé por cuanto tiempo más voy a poder mantener la cordura. Los faroles a los costados de la autopista - o lo que sea - no alumbran demasiado y yo veo algo borroso.
Me encantaría que alguien me ayudara, pero solo pienso en llegar a un destino - que no se cuál es -, sin necesidad de que nadie se entere de mi incidente, porque yo sé manejar, yo sé.
Entonces pienso que no puede ser cierto, que nunca manejé tan mal y estoy tomando un camino muy extraño. Se larga a llover. La lluvia y mi falta de anteojos me hacen ver a las luces como estrellas, hay cientos de ellas. Vienen muchos autos de frente y voy tan rápido que no puedo mantenerme en mi carril. Siento que estoy jugando al Daytona, como cuando eso entretenía mis noches de verano, pero no es un juego, es la vida real.
Finalmente llego a destino. Llego tarde, mojada por la lluvia -porque, además, tenía la ventanilla abierta y no podía sacar mi brazo del volante para cerrarla-, estaciono el auto a la perfección, en un espacio muy acotado. Los pedales volvieron a funcionar. Todos llegaron antes que yo y están más lindos. De todas formas nadie se entera de lo que me pasó. Solo recuerdo, de nuevo, la imagen de mis viejos que me reciben y me dicen algo así como que siempre todo a las corridas, y que llego tarde de nuevo.
Algunas veces, antes de despertarme, lo último que pienso en el sueño es que más tarde quiero contarte a vos, y nada más que a vos, todo lo que me pasó.

No quiero siquiera pensar en interpretar ese sueño. No quiero soñarlo más. Quiero que salgas de él, digo, que salgas de todo. Váyanse los dos.

viernes, 6 de enero de 2012

Mi mundo

Una vez caminamos una cuadra de la mano. Una sola, la única en toda una historia que no quiere ser una historia. Seguro vos ni te acordás de eso, digo, de nada. Yo sí recuerdo que en ese entonces no significó nada para mi, o al menos eso creía, porque no sabía que iba a pasar después.
Nunca pensé que casi a un año iba a recordar así, de la nada, ese detalle insignificante mientras intento convencerme de que ya no me importa. Y de un momento a otro pienso que quiero de nuevo tu mano. La quiero para sentir que vos también querés mi mano, para sentir que no todas mis palabras caen al vacío. De verdad, no necesito demasiado, tu mano, una mirada, no mucho más.
Voy a quedarme quieta, inmóvil, un instante, y voy a pensar que el mundo también se quedó quieto. Que el tiempo se quedó corriendo solo, y que yo salgo a buscarte. Y que estás ahí, inmóvil también, y me recibís, porque de verdad estás, porque nunca estuviste tanto como en esa cuadra, aunque no hubiera sido nada verdaderamente especial. Mi mano tenía tu mano, tu mano tenía mi mundo aunque ninguno de los dos lo supiera, pero lo tuvo solo una cuadra.