- Hola, tanto tiempo, ¿Cómo
estás? Qué linda que sos, Todavía tengo ganas de verte, Ahora maduré, Todo este
tiempo pensé en vos, hice mucha historia al pedo, con que hablemos me conformo
por ahora – Le estaba diciendo muchas cosas – falta poco para tu cumpleaños,
podrías venir a mi casa – muchas demasiadas cosas -. No entendía muy bien qué
le pasaba. Porque éste, seguía siendo el mismo inepto que había insistido hasta
el cansancio hace unos meses, pero ahora no se cansaba, como antes, de leerlo
una y otra vez. Y quería hablar con él, pero cada vez que lo hacía terminaba
diciéndole que no y casi que discutían. ¿Cómo podía ser que discutieran si no
se conocían?
Para ese entonces ya ni recordaba
antiguos amores. Su mente estaba concentrada en decidir si derribaba el muro de
las emociones o lo dejaba como estaba y seguía pateando cabezas masculinas por
ahí. Este personaje en particular la confundía. Estaba casi segura de que no le
interesaba, pero no podía dejar de interesarse en cualquier tipo de intercambio
de palabras con él. Por su parte, el muchacho se había dado cuenta de eso y
aprovechaba para ganársela en pequeñas cuotas. Un mensaje de dos palabras le
hacía el día. “SOS HERMOSA :)” le decía, aunque nunca la había visto más que en
fotos, y ella sonreía. Y enseguida le contaba a él que sonreía, por eso insistía
el muchacho.
Había conseguido estirar todo con
un “capaz el año que viene podemos conocernos”. Tan elocuente, faltaban 15 días
para que empezara un nuevo año, pero a él no le había causado nada de gracia.
Estaba muy ocupada, decía, finales en la facultad, su propio cumpleaños, y ya
había arreglado cosas para el resto de los días. A él seguía sin causarle
gracia, pero nunca había estado tan cerca de la victoria, así que fue paciente.
Por lo pronto, el saludo de
cumpleaños la hizo sonreír en secreto, una vez más. Ya se atrevía a decirle a
él también que era lindo y que tenía ganas de conocerlo, solo que no quería ir
a su casa porque nunca lo había visto y le daba vergüenza. – Es para conocernos
nada más, si querés charlamos de una punta de la habitación a la otra, solo
quiero verte. – Por vergüenza decía ella, nada que ver con el asunto de que
fuera en su casa, es que le daba vergüenza. Tenían que salir a algún lugar,
pero cierto que él no salía porque era un chico de lo más raro. Entonces lo
pensaba mejor y no sabía si quería conocerlo en realidad.
Cuando pidió tres deseos el día
de su cumpleaños, uno fue dedicado a Boca, el club de sus amores (y uno de los
motivos por los que lo había llegado a estar en contacto con él), otro se
perdió ente varios anhelos anónimos y al rato lo había olvidado, y el tercero
se lo dedicó a él: “espero que nunca seas parte de mi vida”. No sabía por qué
había pedido eso, si estaba casi arreglado un encuentro para, finalmente,
conocerse. Algo adentro suyo pedía a gritos que no fuera a meterse en ese
lugar, era el muro de las emociones, que no quería ser derribado y hacía
fuerza. O capaz era una señal. Meh, no era nada. En su momento no le dio tanta
importancia.
Cuando faltaban tan solo dos o
tres días para que llegara la noche de año nuevo acordaron que la semana
entrante era ideal para conocerse. Lunes 3 habían dicho. Si ella no quería ir a
su casa entonces iban a recurrir a un encuentro naïf a la luz del sol,
completamente apropiado para personas que no se conocen. Pasaron los días y en
las vísperas de ese encuentro dejaron de hablar. Ella ya se había ilusionado de
algún modo, incluso habiendo deseado alejarlo de su vida, incluso aunque
todavía no la convencía nada de él.
Llegó ese lunes. Ella esperaba
una confirmación que no llegaba. Por su parte él hacía lo mismo. No sabían que
iban a arruinarlo todo. Entonces a ella le sonó el celular. El mensaje decía
que si no tenía ganas de verlo al menos podría haberle dicho que no. No
entendía nada, había estado toda la mañana esperando un mensaje que dijera
“pasá a tal hora” y en cambio recibía su enojo resumido en una frase corta.
¿Qué más podía pasar? Discutieron como si se conocieran, de nuevo, como una
pareja desgastada por los años compartidos. No se conocían, y esta no iba a ser
la fecha indicada para que finalmente lo hicieran.
Como era costumbre, al día siguiente
él se había olvidado de lo sucedido y le hablaba como si nada. Ella había
decidido que quizás no era tan malo ir a su casa, él decía que era para
conocerse, nada más, y ella no sabía porqué, pero le creía. La fecha suplente era
el viernes de esa misma semana. Viernes. Cuatro días más y se terminaba esa
ridícula virtualidad.
Todo iba bien hasta que el jueves
él se sintió gracioso y se le ocurrió decir que lo del viernes estaba en duda,
por si ella llegaba a arrepentirse y le daba vergüenza de nuevo. Siguió
ganándose su odio de a poco, y discutieron hasta que él se cansó de hablar y se
fue. Siempre hacía eso, la dejaba hablando sola y después volvía, como si nada.
Pero ella le daba permiso para que lo hiciera.
Esta historia estaba destinada a
fracasar.
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