lunes, 9 de enero de 2012

Despiértenme

Hace un par de meses tengo un sueño recurrente que me hace despertar de mal humor y sintiendo lástima por mi.
Todo empieza cuando le digo a mis viejos que me voy en auto, me preguntan si podré manejarlo y les digo que sí, que ya sé manejar, y que si llegué hasta ahí en auto puedo volver a subir, sé manejar. Estoy vestida como de fiesta, es de noche, el auto es negro, enciendo las luces pero no iluminan nada la calle.
Cuando pongo en marcha el auto todo comienza a ir muy rápido. Apenas piso el acelerador y el auto avanza a una desmedida velocidad. Los pedales se vuelven un adorno, porque van y vuelven del fondo a su lugar sin modificar en nada el ritmo del viaje.
Empiezo a desesperarme, tengo una habilidad particular para esquivar a todos los autos, pero hay muchas curvas y no sé por cuanto tiempo más voy a poder mantener la cordura. Los faroles a los costados de la autopista - o lo que sea - no alumbran demasiado y yo veo algo borroso.
Me encantaría que alguien me ayudara, pero solo pienso en llegar a un destino - que no se cuál es -, sin necesidad de que nadie se entere de mi incidente, porque yo sé manejar, yo sé.
Entonces pienso que no puede ser cierto, que nunca manejé tan mal y estoy tomando un camino muy extraño. Se larga a llover. La lluvia y mi falta de anteojos me hacen ver a las luces como estrellas, hay cientos de ellas. Vienen muchos autos de frente y voy tan rápido que no puedo mantenerme en mi carril. Siento que estoy jugando al Daytona, como cuando eso entretenía mis noches de verano, pero no es un juego, es la vida real.
Finalmente llego a destino. Llego tarde, mojada por la lluvia -porque, además, tenía la ventanilla abierta y no podía sacar mi brazo del volante para cerrarla-, estaciono el auto a la perfección, en un espacio muy acotado. Los pedales volvieron a funcionar. Todos llegaron antes que yo y están más lindos. De todas formas nadie se entera de lo que me pasó. Solo recuerdo, de nuevo, la imagen de mis viejos que me reciben y me dicen algo así como que siempre todo a las corridas, y que llego tarde de nuevo.
Algunas veces, antes de despertarme, lo último que pienso en el sueño es que más tarde quiero contarte a vos, y nada más que a vos, todo lo que me pasó.

No quiero siquiera pensar en interpretar ese sueño. No quiero soñarlo más. Quiero que salgas de él, digo, que salgas de todo. Váyanse los dos.

viernes, 6 de enero de 2012

Mi mundo

Una vez caminamos una cuadra de la mano. Una sola, la única en toda una historia que no quiere ser una historia. Seguro vos ni te acordás de eso, digo, de nada. Yo sí recuerdo que en ese entonces no significó nada para mi, o al menos eso creía, porque no sabía que iba a pasar después.
Nunca pensé que casi a un año iba a recordar así, de la nada, ese detalle insignificante mientras intento convencerme de que ya no me importa. Y de un momento a otro pienso que quiero de nuevo tu mano. La quiero para sentir que vos también querés mi mano, para sentir que no todas mis palabras caen al vacío. De verdad, no necesito demasiado, tu mano, una mirada, no mucho más.
Voy a quedarme quieta, inmóvil, un instante, y voy a pensar que el mundo también se quedó quieto. Que el tiempo se quedó corriendo solo, y que yo salgo a buscarte. Y que estás ahí, inmóvil también, y me recibís, porque de verdad estás, porque nunca estuviste tanto como en esa cuadra, aunque no hubiera sido nada verdaderamente especial. Mi mano tenía tu mano, tu mano tenía mi mundo aunque ninguno de los dos lo supiera, pero lo tuvo solo una cuadra.