Hace como un mes, digo, más de un mes que no escribo para el mundo este en el que no soy nada. Cuando escribo con una hoja y una lapicera naranja yo soy todo, en mis papeles soy todo (lo mismo que vos cuando no se escribir sobre otra cosa). Por eso se me ocurrió venir a decir alguna cosita acá, lo que sea. Porque recuerdo esas épocas en las que me gustaba leerme y no leerte en mi, cuando escribía en un tono diferente y sin tanta pena apaciguando el esplendor de las cosas de todos los días.
Resulta que ni por asomo me acuerdo cómo se hacía eso. Creo que así funcionaba, yo me sentaba frente a la computadora y empezaba a teclear. Escribía de todo, reflexiones existenciales, simpáticos textos de barata auto-ayuda o historias de mentira con variados y significativos finales.
Historias, el otro día escribí una de esas para mi mundo. Era una espantosa, hablaba de un aviador triste que soñaba con volar y conocer el cielo y no lo había logrado jamás luego de años y años de pilotear aviones. Era tan triste, tan triste, que no pude darle un final que me convenciera. Tan triste que odié haberla pensado y haber intentado compararla con mi vida. Tan todo que me di cuenta de que no hablaba de vos y empecé a buscarte en algún rincón, porque estaba segura de que tenías que estar por ahí. Porque vos siempre estabas entre mis letras, aunque nunca hubieses estado.
Entonces me di cuenta de que te fuiste, casi que te fuiste. O me fui yo. Fui yo la que se fue porque vos no estabas nunca pero no terminabas de echarme del escaloncito de la entrada, y en el escaloncito ese pasaban cosas. Estaba dicho que si no me iba sola la puerta iba a cerrarse igual y me iba a partir por la mitad. Y la verdad, creo que todavía necesito estar entera. No puedo dejar que vos me rompas por dejarme afuera porque tengo muchas historias sobre aviadores que no son tristes por escribir.
Así que no me importa que no me hayas llevado a conocer el cielo, seguro fue porque vos tampoco tenías como llegar; y si no podíamos volar juntos, para quedarme en el suelo mejor me deshice de tu fantasma.
Lo bueno de escribirle todo esto a este mundo de nadie es que no es mío. Nada que tenga que ver con vos es mío y prometo que esta es la última vez que digo tu nombre sin decirlo. Nada que tenga que ver con vos. Nada.
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