miércoles, 14 de marzo de 2012

Palabras

A veces me pasa que me pasan cosas y escribo mientras las emociones que provocan esas cosas todavía duran. La mayoría de las veces, al cabo de un rato, esas palabras pierden sentido y posibles ideas, historias, revelaciones, se convierten en textos inacabados que terminan por ser archivados en algún lugar recóndito de mi cerebro, al que van las cosas que dejo por la mitad.

Hoy me pasó que me puse a escribir mientras viajaba en colectivo. Iba con mi hermana, pero no viajabamos juntas. Yo estaba enojada y me había alejado de ella porque no quería hablar ni escucharla más. Mis palabras no tenían sentido en una discusión llena de argumentos sin ningún tipo de argumento. Entonces me fui a otra parte, más lejos, sola. No me molestaba estar sola, porque cuando estoy sola no estoy sola; y si no estoy sola no necesito estar con gente que llena todo de palabras de mentira.

Hay palabras que me hacen llorar, yo no quería llorar adelante de toda esa gente, porque me da vergüenza llorar, me da vergüenza llorar y que todos me vean, no quiero que me vean llorar por palabras vacías, por palabras que no me animo a decir. Y mientras viajaba entonces escribí cosas.

Escribí que me parece horrible que nuestras palabras puedan volverse argumentos en nuestra contra, que los demás las vuelvan argumentos en nuestra contra. Que eso me parece tan horrible como el hecho de que exista gente que se embarque en la osadía de matar. Porque las palabras son la magia de la vida, el pensamiento vuelto realidad, la razón convertida en instrumento, los sonidos que podemos ver. Pueden significar tantas cosas, y todos las usan para nada, nadie las entiende. Ellas son las que hacen todo, de verdad son las palabras las que dan vida y a mi me molesta que todos las usen para matar. Me molesta más que nada que todos sepan tan bien como usarlas, que tomen mi realidad, toda esa magia, la que tengo para ofrecer, e intenten clavármela en el pecho; y me dejen sin aire para defenderme o simplemente respirar.

Me molesta que el mundo sea tan hiriente y nadie comprenda a nadie de verdad. Me molesta que lo mágico de las palabras no sea suficiente para querer, salir y volar. Me molesta todo eso y me molestan muchas otras cosas más, pero como no quiero que usen estas palabras en mi contra, voy a callármelo todo y limitarme a pensar.

El día que no hable más con nadie, ahí va a ver el mundo; va a ver como extraña mis palabras y mi distinta realidad. Lo triste es que probablemente nadie en el mundo vea nada. No quiero que me miren, quiero que me escuchen, aunque no hable, que me escuchen, que aprendan a leerme, que miren mis palabras; son más importantes que todo lo demás.

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