Todas las personas deben tener un punto débil y de inflexión frente al otro. Un talón de Aquíles, ese pedacito de hectárea en el el que es imposible no ceder, no rendirse ante lo inevitable.
Remitiéndome a mis hechos, no todas las personas son capaces de generar algo en mi. A veces siento que soy impermeable, aunque quizás me haya comido el personaje, de veras pareciera que resbalan en mi las cosas que me dicen, las experiencias de otros, las preguntas, los consejos, sus modos de ver, lo que sea. Pero no hay nada que sea indestrutible, ni siquiera el (que quiere ser) invencible chabón ese de hierro. Si al tipo que vuela y rompe meteoritos, una piedrita verde puede volverlo de papel ¿cómo no va a pasarle nada a este cosito impermeable que acampa adentro mio?
No hay cosa más complicada que ser visto por alguien, que te vea de verdad, hasta en donde vos no te querés ver, que festeje lo que sos y quiera compartir un poco de eso; y ahí nomás se aburra y empiece a actuar como si nunca hubiera sido como la piedra verde, volándole el sobretecho a la carpa de la impermeabilidad.
Lejos de ser amiga de las odas y los elogios, escapa de mi mente el comprender por qué alguien querría poner tantos esfuerzos en crearse un mapa del interior de otra persona que después no va a usar para nada.
Recién ahora, con mucho esfuerzo, comprendo que la forma para quién sea, de tocarme como criptonita en lo más profundo de mi ser, es llenándome de caminos nuevos que más tarde no va a recorrer. Tantas veces presa de ese mal, escapan de mi horizonte quienes buscan abrir caminos y no abandonan la nave. Es que, ay, si ya me viste y ahora no querés mirarme más; necesito, mínimo, que me expliques que pasó. Y si puedo convencerte de que me mires de nuevo, mejor. No puedo romper de ninguna manera este lazo inexistente que nos une, porque ahora sos el mejor forastero que jamás buscó abrirse camino, hasta que otro me vea maravillosa por un par de horas y se le pase como a vos, entonces tu fantasma va a tener otro que lo remplace, felicidades.