miércoles, 3 de abril de 2013
Sentido
Abro los ojos, quiero volver a cerrarlos. Los cierro pero tengo que abrirlos. Me levanto porque no me queda otra. Bajo la escalera con los ojos cerrados de nuevo. Me mareo y me salvo de caerme por un pelito. Me ducho, la ducha es aburrida. Nada tiene sentido. Me pongo lo primero que encuentro porque no me importa que me miren, aunque al final no me gusta como me queda y tardo mucho en decidirme. Me esperan con el motor del auto encendido, casi no me doy cuenta y salgo con el cepillo de dientes en la boca. Llego tarde a trabajar, porque llegar temprano es darle demasiada importancia. Trabajar es una porquería. Nada tiene sentido. No tengo ganas de saludar a ninguna de las personas con las que trabajo. Serán muy simpáticos pero no me interesa que formen parte de mi vida. Me pagan por estar cerca suyo unas cuantas horas al día, nada más. Una me cae mal porque tiene onda con el compañero con el que yo estuve hace un tiempo. Ni siquiera me interesa, pero me cae mal de todas formas. No sé por qué me pareció buena idea en su momento, no sé porqué me repele esta chica si a mi no me hizo nada. No, no me interesa. Mi jefa habla en tono neutro a veces, a mi eso me parece demasiado estúpido. Quisiera estar usando el celular, pero me miran de reojo cuando lo agarro y empiezo a tocar la pantalla. No veo la hora de irme. Me molesta abrirle la puerta a todas las señoras que vienen a hablar sobre sus hijos y sonreírles como si. Le grito al teléfono cada vez que suena porque odio atenderlo. Espero que nadie se de cuenta de que en realidad estoy disimulando mi cara de orto. Voy a tuitear que odio todo. Lo tuiteo, no me responde nadie. Todos me ignoran siempre. Nada tiene sentido. Hoy no voy a almorzar, no me hace falta. Ya casi es la hora de irme. Podría comprar ropa cuando salga de acá. Puedo probármela y mirarme en el espejo, y amarme, y odiarme porque me queda mal, y comprarla igual porque algún día me va a quedar bien. Ahora estoy yendo a almorzar. Al final no me aguanté. Quiero una milanesa napolitana con papas fritas y una coca de 600, por favor. No tengo términos medios, entre el no-almuerzo y esta bestialidad no había otra opción, una lástima. Ya me siento mal de todo lo que comí, pero no quiero dejar nada. Voy a comer hasta la última papa frita. No sé ni qué hora es porque no traje el reloj, y no quiero salir del juego para mirar la hora en el celular. Siempre me olvido el reloj porque siempre me olvido todo. Hace poco que uso reloj, además. Había dejado de usarlo a los 17, para poder mirar la hora directamente en el celular. En realidad hacía como que miraba la hora en el celular, pero quería ver si un chico me mandaba mensajes y esa era la única forma de disimular mi demencia. Nada tiene sentido. Estoy probándome una pollera, es un talle más chico que el mío pero me cierra. De ahí a que me quede bien hay un abismo. Si no hay una más grande la voy a llevar igual, era cierto lo que decía antes sobre comprar. Al final había, mejor, tenía que comprarla porque salió solo cuarenta y nueve pesos. Recién ahora miro la hora. Se hizo tarde y no llego ni ahí a la facultad. A quién le importa que yo llegue tarde. Si nada tiene sentido. Siempre que viajo en colectivo creo que es el peor viaje de mi historia. Este es el peor de verdad. Llevo una hora acá arriba y no estoy ni a mitad de camino. Llego una hora tarde a clase y el profesor dice en voz alta que no tenemos que llegar tarde. En la clase me va horrible porque es práctica tenemos que hacer cosas que yo no sé hacer muy bien. Aparte a mi me da mucha vergüenza todo. Quiero que termine la clase porque tengo que irme rápido para otro lado, y no termina, no termina nunca. Ya fue, me estoy yendo antes de que el profesor termine de hablar. Ni siquiera sé para qué hago esto. Digo, yo soy la que elije estudiar, ya sé, pero no me interesa nada estudiar Quisiera tener la posibilidad de no hacer nada y que no esté socialmente mal. No sé detrás de qué estoy corriendo. Nada tiene sentido. Como si fuera poco me lleno cada día de más cosas. Ahora no sé si empezar Canto o conseguir una psicóloga. Pongo todas las cosas en el mismo rango de importancia. No sé cantar, no sé tomar decisiones serias. Más o menos es lo mismo. Voy durmiendo en el colectivo pero está empezando a dolerme el cuello, y si no me babeé todavía está por pasar ahora. Debería despertarme porque ya casi llego a casa. Capaz no voy a ningún lado ahora. Me apuro para llegar pero no tengo ganas. Si lo que quiero es quedarme tirada sin hacer nada. Mi cama es el lugar perfecto. Tengo que caminar seis cuadras hasta casa. No me gusta caminar por acá porque todos tienen pinta de que podrían llegar a robarte y si después no te pasó nada te sentís la peor persona por haberlos juzgado mal a todos. Quiero tomar Coca Cola. Mientras, no entiendo cómo hace la gente que roba, yo no podría ni aunque quisiera. Capaz soy muy buena, capaz muy pelotuda, pero no puedo entrar en la cabeza de alguien que cree que puede justificar el sacarle a otra persona una cosa suya. Nada tiene sentido. No quisiera prender la computadora porque me cuelgo y no hago nada más. Pero ya lo estoy haciendo. Facebook es una mierda de aburrido. No me interesa lo que le pase a nadie de las personas que conozco. Ay, alguien acaba de comentar una foto que subí a Instagram. "Qué lindos ojos que tenés". No puedo evitar sonreír y querer devolver el halago con un abrazo cargado. Así de la nada me cambia el día. Como si todo tuviera sentido. Yo creo que las personas vivimos para otras personas, o para nosotros, que también somos personas. El resto, todo, no tiene sentido.
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