Me invadieron unas extrañas ganas de verte enojado. Con cara de orto, más; puteando, tirando cosas al piso, pateando, gritando con odio. Entonces me di cuenta de que te conocí más enojado, o lo que sea, que sonriendo. "Que te conocí", es un decir, porque nunca te vi enojado. Es un decir porque sí te conocí enojado, pero solo te vi sonreir.
Cada día entiendo más que no hay sentido alguno en nada de todo esto. Que no puede ser que pueda pasar tanto si nunca te conocí enojado. Y tambien, que si no te conozco y te vi sonreir, tengo que pensar dos veces antes de afirmar con seguridad cualquier cosa, porque no te conozco nada.
Pensar dos veces a lo mejor, y en realidad, es dejar de pensar. Porque pienso tanto que ya no se en que parte sos cierto y en que parte sos solo de pensar. Pensar menos en todo lo que no dejo de pensar, porque hace ya mucho pensé que nunca te había tocado la nariz, y desde ese entonces nada cambió en verdad. Capaz es cierto que es el destino que nada funcione y por mas que quiera no lo puedo cambiar.
Podría ser tan fácil, tan libre, tan todo; pero el universo decidió hacer chocar a los problemas para que exploten en mi cara, y la tuya, hacerme sentir una idiota y no digna de que alguna me salga bien. Tan libre, pero resultó más fácil que yo me convierta en todo lo contrario a lo que siempre quise ser y tener.
Y sin embargo yo sigo esperando. Verte enojado, y tocarte la nariz. Enseñame a perder las esperanzas y a pensar que las cosas pueden salir mal, por favor.
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