sábado, 12 de noviembre de 2011

Pasada

Es cierto que todo pasa. Yo creía que las cosas permanecían. Alguna vez todo me pareció eterno, pero casi nada es eterno. Que las cosas permanezcan solo a veces depende de mi, y algunas cosas no tienen que permanecer, se extinguen, aunque intente que suceda lo contrario. Y yo siempre intento que suceda lo contrario. No me gusta que casi nada sea eterno, entonces intento que suceda lo contrario, hasta que me sangren las yemas de los dedos de intentarlo, aunque no tenga sentido; porque no creo eso de que la gente pueda ser pasajera, no me gusta nada hacerme a esa idea. No me gusta la idea de ser pasajera para los demás, que me bajen de su tren. Yo los llevaría a todos conmigo. Pero si no me eligen yo no puedo elegirlos, que injusto es. Se van amigos, te vas vos, se van todos. Todo cambia y yo permanezco, siempre, no se, ¿para qué cambiar? Si me siento bien así, en este viaje, ¿por qué la vida me obliga a cambiar y no permanecer? Y no me queda otra, no puedo solamente permanecer porque nada permanece, nadie permanece. Permanezco sola, tanto que dejo de pertenecer, y permanecer ya no tiene pertinencia.
Por eso los recuerdos no sirven. Guardan cosas a las que hay que dejar ir, soltarlas para poder vivir y fabricar nuevos recuerdos a los que más tarde va a haber que soltar de nuevo. Los recuerdos nos retienen en lo que no permanece y nos nublan el entendimiento. No nos dejan ver que todo es pasajero, y que lo que ya no es no sirve. Nos dejan quietos en el pasado, esperando que algo sea eterno. Pero casi nada es eterno, nadie permanece, de a poco todo se extingue. Aunque mis recuerdos, aunque yo intente lo contrario.

Necesito que alguien me saque estas raíces de los pies, yo no quiero permanecer sola. Y sigo recordando cada palabra tuya, aunque fueran todas pasajeras, aunque estuvieran vacías de contenido. Quiero que alguién me suba a su tren porque del mio todos se bajan. Insisto en la idea de permanecer.

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