jueves, 3 de febrero de 2011

El corazón peludo del brujo

Hoy no tengo mérito por lo que publicaré; mas que el de transcribir tecleando directo desde el libro este cuento, en vez de googlearlo, o algo así. Aunque sea laaargo, y probablemente nadie lo lea, va de regalo para todos ustedes; con comentarios al finalizar el relato (?).

"Érase(*) una vez un joven brujo atractivo, rico y con talento que observó cómo sus amigos se comportaban como idiotas cuando se enamoraban: retozaban como críos, se acicalaban y perdían el apetito y la dignidad. Así pues, decidió no caer nunca en esa debilidad y empleó las artes oscuras para evitarlo.
La familia del brujo, que ignoraba su secreto, se sonreía al verlo tan frío y distante.
- Todo cambiará el día que quede prendado de una doncella - profetizaban.
Pero el joven brujo no quedaba prendado de nadie. Pese a que más de una doncella sentía intriga por su altivo semblante y utilizaba sus en cantos más sutiles para complacerlo, ninguna consiguió cautivar su corazón. El brujo se vanagloriaba de su propia indiferencia y de la sagacidad que la había producido.
Transcurridos los primeros años de la juventud, los amigos del brujo empezaron a casarse y, mas adelante a tener hijos.
«Sus corazones deben estar resecos como cáscaras por culpa de los lloriqueos de esos críos», se burlaba el brujo para sus adentros mientras observaba las payasadas de aquellos jóvenes padres.
Y, una vez más, se felicitaba por la decisión que tomara en su día.
A su debido tiempo, los ancianos padres del brujo fallecieron. Pero éste no lloró su muerte; al contrario, se alegró de ella, porque ahora reinaría solo en el castillo. Había guardado su mayor tesoro en la mazmorra(**) mas recóndita, y así puedo entregarse a una vida de lujo y desahogo, en la que su comodidad era el único objetivo de los numerosos sirvientes que lo rodeaban.
El brujo estaba seguro de que provocaba una inmensa envidia a todos cuantos contemplaban su espléndida y apacible soledad; por eso sintió una ira y disgusto tremendos cuando, un día, oyó a dos de sus lacayos hablando de su amo.
El primer criado expresó la pena que sentía por él, pues pese a toda si riqueza y poder seguía sin tener a nadie que lo amara.
Pero su compañero, riendo con burla, le pregunto por qué creía que un hombre con tanto oro y dueño de tan grandioso castillo no había conseguido un esposa.
Esas palabras asestaron un duro golpe al orgullo del brujo.
Así pues, decidió esposarse de inmediato con una mujer que fuera superior a todas las demás. Tenía que poseer una belleza deslumbrante, para despertar la envidia y el deseo de todo hombre que la contemplara; descender de una linaje mágico, para que sus hijos heredaran dones extraordinarios; y poseer una riqueza como mínimo equiparable a la suya, para así continuar con su cómoda existencia pese el aumento de los gastos domésticos.
El brujo podría haber tardado cincuenta años en encontrar una mujer así, pero resultó que el día después de tomar la decisión de buscarla, una doncella que cumplía todos los requisitos llegó a la región para visitar a unos parientes.
Era una bruja de una habilidad prodigiosa y poseía una gran fortuna en oro. Su belleza era tal que cautivaba el corazón de todos los hombres que la miraban; es decir, de todos los hombres excepto uno: el corazón del brujo que no sentía absolutamente nada. Aun así, ella era el premio que él buscaba, de modo que empezó a cortejarla.
Quienes se percataron de su cambio de actitud se asombraron, y le dijeron a la doncella que había logrado aquello en lo que centenares de mujeres habían fracasado.
La joven también se sentía fascinada y, al mismo tiempo, repelida por las atenciones que le dedicaba el brujo. Jamás había conocido a un hombre tan raro y distante, y percibía la frialdad que yacía bajo la ternura de sus lisonjas. Sin embargo, sus parientes opinaban que esa unión era muy conveniente y, deseosos de fomentarla, aceptaron la invitación del brujo al gran banquete que organizó en honor de la doncella.
La mesa, repleta de plata y oro, fue servida con los mejores vinos y los manjares más deliciosos. Unos trovadores tocaban laúdes con cordaje de seda y cantaban canciones sobre un amor que su amo nunca había sentido. La doncella estaba sentada en un trono junto al brujo, quien, en voz baja, le dedicaba tiernas palabras que había escamoteado a los poetas sin tener la menor idea de su verdadero significado.
la doncella escuchaba desconcertada, y al final replicó:
- Hablas muy bien, brujo, y me encantarían tus halagos si pensara que tienes corazón.
El anfitrión sonrió y le aseguró que no debía preocuparse por eso. Le pidió que lo acompañara. Ambos salieron del salón y él la condujo hasta la mazmorra donde guardaba su mayor tesoro.
Allí. en un cofre encantado de cristal, reposaba el corazón del brujo. Como llevaba mucho tiempo desconectado de los ojos, los oídos y los dedos, nunca lo había estremecido la belleza, una voz cantarina o el tacto de una piel tersa. Al verlo, la doncella se horrorizó, pues el corazón estaba marchito y cubierto de largo pelo negro,
- Pero¿qué has hecho? - se lamentó -. ¡Devuélvelo a su sitio, te lo suplico!
El brujo comprendió que debía complacer a la joven. Así que sacó si varita mágica, abrió el cofre de cristal, se hizo un tajo en el pecho y devolvió el peludo corazón a la vacía cavidad original.
- ¡Ya estás curado y ahora conocerás el amor verdadero! - exclamó la doncella, radiante y lo abrazó.
La caricia de sus suaves y blancos brazos, el susurro de su aliento y la fragancia de su espesa cabellera rubia traspasaron como lanzas el corazón recién despertado del brujo. Pero en la oscuridad del largo exilio a que lo habían condenado se había vuelto extraño, ciego y salvaje, y le surgieron unos apetitos poderosos y perversos.
Los invitados al banquete se habían percatado de la ausencia de su anfitrión y la doncella. Al principio do se preocuparon, pero al pasar las horas empezaron a inquietarse, y a final decidieron ir en su busca.
Recorrieron todo el castillo y encontraron la mazmorra, donde los aguardaba una escena espantosa.
La doncella yacía muerta en el suelo, con el pecho abierto;(***) agachado a su lado estaba el brujo, desquiciado y sosteniendo en una mano un gran corazón rojo, reluciente, liso y ensangrentado. Lamía y acariciaba ese corazón mientras juraba que lo cambiaría por el suyo.
En la otra mano sostenía su varita mágica, con la que intentaba extraerse el corazón marchito y peludo. Pero el corazón peludo era mas fuerte que el brujo, y se negaba a desconectarse de sus sentidos y volver al cofre donde había pasado tanto tiempo encerrado.
Ante las horrorizadas miradas de sus invitados, el brujo dejó la varita y asió una daga de plata. Y tras jurar que nunca se dejaría gobernar por su corazón, se lo sacó del pecho a cuchilladas.
Entonces se quedo un momento arrodillado, triunfante, con un corazón en cada mano, y a continuación se desplomó sobre el cadáver de la doncella y murió."

The Tales of Beedle the Bard. Beedle el Bardo; H. Granger; 
J. K. Rowling; mis dedos tecleantes.
(a esto yo lo llamo problemas jajajja)



Nada, leí este cuento en la playa un día que me comí en una hora todo el librito de Beedle el bardo, y me dije, "mierda, si no hago algo voy a terminar lamiendo un corazón ensangrentado". No se, me sentí como el brujo que no quería a nadie, salvo por el detalle de que si yo me saco el corazón, literalmente, me muero. Quiero aprender a sentir sin agujerearle el pecho a los demás. Y que mi corazón no sea peludo (suena muy desagradable) y manipulador. No quiero nada si lo tengo para mi sola.


(*) En el libro dice "Érase" pero para mi va sin tilde.
(**) Me encanta la palabra mazmorra.
(***) Me encanta este cuentucho en particular porque tiene muchos puntos y comas.
(****) De premio agrego un asterisco que no estaba, tengo problemitas con Harry Potter, y soy feliz por eso (?)

2 imaginantes:

Anónimo dijo...

sos muy capa

Valle dijo...

porque le di permiso a los anónimos par a comentar? quiero saber quien sos anónimo :)

Publicar un comentario