lunes, 2 de mayo de 2011

Mi taza de porcelana

Un día, cuando era una niña inocente, callada y tímida, con ideas locas a futuro (un futuro que en ese entonces era muy lejano y que ahora, así de repente, es hoy), me regalaron una taza. Tenía como mucho 6 años y la taza tenía unos ositos armando un árbol de navidad. Mi hermana también tenía una parecida, y enseguida se le rompió. A mi ni siquiera me gustaba la leche, ni el té, ni el mate cocido, ni el café. No tenía motivos para usarla. Pero la taza no se me había roto y era mi orgullo. Ya en 2008, en el trabajo me regalaron otra, con círculos de colores. Y mis viejos meses después trajeron de un viaje una con un Dumbo. Finalmente, en la historia de mis tazas, en la última navidad mis tíos me regalaron otra, también con círculos de colores.
Todos tienen una o dos acá, y yo, si no conté mal, tengo cuatro. No las quiero para nada, porque todavía no me gusta el té, ni el mate cocido, ni el café, y con suerte tomo chocolatada. Son objetos de esos que jamás me interesó tener, pero los conservo enteros hace muchos años.
Un día decidí que quería usarlas, usarlas todas. Usar la misma cantidad de veces a cada una, porque soy un poquito (¡poquito!) obsesiva. Usarlas porque no me servía de nada tenerlas guardadas contenta porque eran lindas, o porque no se habían roto nunca.
Un día decidí que me iba a dejar llevar un poco más por lo que me pareciera bueno, como usar las tazas. Que podía poner en acción eso de dar la vida, aunque parezca extraño decirlo así. Un día pensé que había entendido todo y creo que no había entendido nada.
Por ahí estoy exagerando, por ahí no. Creo que en estos días a mi corazón se le rompió un pedacito. Puede que sea uno muy chico (o quizás es mas grande de lo que tengo ganas de ver), pero lo sentí, es cierto. 
Mi corazón de porcelana era mi orgullo. Hacía un tiempo que venía conservándolo. Después de tomar tragos de bebidas de procedencia dudosa, me pareció que ya no era divertido no usar mis tazas. Había algo más emocionante que eso. ¿Para qué quería tenerlo guardado si no lo iba a a usar? Pero resulta que, al final, ahora termino preguntándome ¿Para qué quería usarlo si sabía que se podía romper?
Hoy se rompió una de mis tazas y parece que importa poco lo que significaba para mi. Que no es suficiente con querer dar la vida para que otro deje de pensar nada mas en él o empiece a pensar que vale la pena hacer lo mismo, incluso aunque alguna vez haya dicho lo contrario; en mi cara y en contra de mis negativas a sentir.

Tal vez es otro de mis síntomas pre-obsesivos, digo, eso de insistir incluso en lo que no tiene razón de ser. Pero no puedo evitar decir que no soporto la idea de sentir que ya perdí. No me quiero rendir, pero me rindo. Y no pensé que iba a llegar a estos extremos tan rápido. Mi cambio va mas lento de lo que creo y no aprendo de casi nada de lo que me pasa. No me sirve conocer mi mecánica si no tengo el mas ínfimo poder por sobre ella. Supongo que la culpa es mía porque soy una ilusa, y con un coeficiente de positivismo mas amplio que el de la mayoría de las personas. 
Vuelvo a repetírmelo, no puedo negar que algo se me rompió. Aprendí a ser feliz viendo mas allá, porque lo de todos los días es circunstancial y vivir para los demás siempre vale la pena. Solo se me cayó una taza, y la porcelana se resquebrajó. Se que me quedan otras tres (y muchas más por comprar), pero ¿qué pasa si todavía quiero solo esa? ¿ En serio no hay nada que pueda hacer? Decir que me rindo no significa necesariamente que me haya rendido, porque no se como dejar de insistir. Conozco mi mecánica y no puedo arreglarme por ahora. Quiero arreglar mi taza y seguirla usando, pero tampoco puedo porque se rompió.

Estupideces como esta hago en vez de estudiar. 

1 imaginantes:

tutu para los amigos dijo...

Me parece perfecta la forma en que lo escribiste, PERFECTA. Me encanto, me gusta leerte, mucho

Y esa foto está increible!

Publicar un comentario